Poco a poco fui conociéndola mejor, limando las asperezas ocasionadas por mis celos. Las constantes alusiones de la familia a las épocas de vacas gordas y flacas habían hecho mella en mi entendimiento. No obstante, no se me ocurría pensar qué hacer, de qué modo vivir los días para que siguiesen siendo buenos o qué no hacer para evitar la tentación de posibles duendes malignos. Durante todo el tiempo, Jako no dejaba de insistir en que su ausencia sería breve, «sólo un tiempo angosto para conocer lo que ocurre del otro lado del río», dijo, con esa forma tan suya de hablar, entre seria y no tan seria, lo que generalmente desparramaba dudas de las que uno se aferraba para que siguieran siendo sólo eso. Tío Jako partió en uno de los tantos días brillantes, plenos de sol, que abundan en nuestra ciudad. Todos los parientes, sin excepción, se dieron cita en el muelle del puerto, una costumbre adquirida probablemente en tiempos anteriores como si con ello se quisiese reafirmar que ninguna distancia podía tener la fuerza suficiente para mermar los lazos familiares. Contuve mi emoción para no llorar, porque ya estaba entrando en una edad que me alejaba de la niñez y de los llantos, precipitados muchas veces sin motivo. No pude evitar, sin embargo, un nudo en la garganta que amenazó con estrangularme y acabar con la posibilidad de sobrevivir.
Fue aquella tarde de domingo del mes de junio cuando la vi por primera vez, cuando se paseaba por toda la calle saludando y sonriente con cada una de las personas a las cuales le ofrecía un boleto para participar en la vendimia pro fondos para arreglar la piso de la cuadra, a lo acullá la veía y no podía enmascarar pues mis ojos mi cabeza se movían con cada vez que ella caminaba de un lado para el otro. Mi gran amigo Jorge el cual conocía desde mi niñez ya que habíamos estudiado juntos desde la primaria era vecino desde hace abundante tiempo de esa mujer que ya no contaba con el mejor físico su carisma y personalidad la hacían muy atractiva, y fue precisamente el quien me la presento al apercibirse que no dejaba de mirarla, estela aun sus palabras en tono burla. Mientras se acercaba me levante a recibir las cervezas con la efecto de invitarla para para que se quedara un momento conversando con nosotros. Esta fue la primera de las mil veces que recibí de Estefany un rechazo de invitación ycomo el aviso de como seria siempre mis intentos de poder llegar a ella. Al voltear estaba Jorge con su carcajada esperando a que me acercara donde él se encontraba para comenzar burlarse de mí. Al llegar la noche me preparaba para marcharme exigido a que me tocaba trabajar al día siguiente, pero no quería irme sin antes despedirme de esa madama que me sumergió de una forma extraña en unos sentimientos nunca sentidos anteriormente. Me gustaría seguir en ósculo con ella.
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