Nos conocimos una noche cualquiera en el bar de copas nuevo que habían abierto hacía una semana en mi barrio justo al lado de mi bar de todos los findes. Y fue que sí. Pero él decidió llevarme a un hotel. La sesión de sexo fue espectacular. Un amante como hacía tiempo no encontraba. De esos que extrañamente te cogen el punto desde la primera vez y saben complacerte por igual con caricias que con salvajes embestidas y fabulosos lametones. Sin embargo cuando aquella noche acabó y me dispuse a marcharme a casa, porque yo no acostumbro a quedarme a dormir con nadie salvo muy contadas excepciones, sí que me interesé por cómo se llamaba y por algunos sencillos datos para volvernos a ver.
Sobre el amor y las mujeres por S. Ramón Cajal La hermosura es una carta de recomendación escrita por Dios y leída y admirada por todos los corazones. Lo malo es que, de vez en cuando, el diablo la intercepta furtivamente y falsifica la dirección definitiva. Y así, la hermosura que hubiera hecho la beatitud de un discreto, para en las manos de un torpe o de un mentecato; con que el idilio se convierte en comedia o en tragedia. Y, sin embargo, el cónyuge goza de un excelso privilegio pocas veces concedido a los hombres de refinada cultura: la posibilidad de entrevistarse con su mujer.